El emperador chino que abolió la esclavitud y fue asesinado por los libertos

24.07.2020 16:07
Muchos intelectuales chinos del siglo XX consideraban que Wang Mang fue el precursor del socialismo en China y, sobretodo, un hombre muy adelantado a su época que “quiso hacer lo imposible”.
 
Cuando Jesucristo aún no había multiplicado los panes y los peces, ni había sido puesto a prueba con las tentaciones de María Magdalena y el Diablo, en los confines de Asia, allí donde partía la Ruta de la Seda, un letrado, un hombre culto, se rodeaba de gran número de sabios y, con la ayuda de éstos y de la que podría llamarse “la primera izquierda” de la Historia, encabezaba una revolución y se convertía en emperador.
 
Considerado un usurpador del trono por la familia imperial y los terratenientes, Wang Mang (45 a.C.– 23 d.C), decidió dar “ese golpe de Estado” tras llegar a la conclusión de que la Dinastía Han (206 a.C.-220 d.C) -que gobernaba en aquel entonces- había perdido el Mandato del Cielo, es decir: legitimidad para seguir reinando por tolerar la vejación de las clases oprimidas.
 
Wang Mang, que fundó la Dinastía Xin (Nueva Dinastía) llevó el timón del país durante catorce años (del 9 al 23 d.C.), y durante ese tiempo se atrevió a hacer algo impensable en aquella época: Decretó la abolición de la esclavitud y, por consiguiente, la venta de esclavos en todos los mercados de Chung-Kuo (China, El Reino Medio, El Imperio del Centro).
 
El efecto que causaron sus medidas fue contrario al esperado: las familias pobres, que solían vender a sus hijos para ganarse unas monedas y comprarse un saco de arroz, se vieron privadas de esos ingresos y comenzaron a odiar con todas sus fuerzas al nuevo emperador. Por su parte, sus seguidores le defendían a muerte y anunciaban la llegada de una nueva época sin amos ni siervos.
 
La siguiente decisión de Wang Mang fue expropiar numerosas tierras a los latifundistas y repartirlas, parceladas, entre millones de libertos; luego, con el noble objetivo de convertirlos en ciudadanos con plenos derechos y obligaciones, les exigió un modesto impuesto que se haría calculando el valor de sus cosechas.
 
A partir del año 18 se produjeron gravísimas inundaciones en todo el país -que por aquel entonces contaba con sesenta millones de habitantes -, y los campesinos sufrieron grandes pérdidas y se quedaron sin dinero para comprar aperos de labranza y semillas. Y, antes de que el emperador Wang Mang pudiese decretar medidas para aliviar su situación, el descontento en el agro se extendió por toda China y se multiplicaron las voces de los que aullaban que vivían mejor como esclavos.
 
Avivados y armados por sus antiguos propietarios se organizaron en terribles bandas, llamadas Cejas Rojas, color que hacía alusión a los arcos que se pintaban sobre los ojos.
 
Y era tan inmenso su número y su ardor que derrotaron a las fuerzas imperiales y entraron en la capital de la China de aquel entonces, Chang´an, en el año 23.
 
Dicen los cronistas e historiadores que, era tal el amor que tenían sus partidarios a Wang Mang que, cuando los libertos fueron a cortarle la cabeza en los predios de palacio, más de doscientos funcionarios y sabios le rodearon para protegerle haciendo escudo con sus cuerpos. Los sublevados mataron a toda la guardia y después atacaron a su libertador y, con machetes y armas blancas, le descuartizaron.
 
Volvió a instalarse la Dinastía Han en el año 25, con el emperador Liu Xiu, y los libres volvieron a ser esclavos y los ideales de justicia social quedaron postergados durante casi dos milenios. Muchos intelectuales chinos del siglo XX consideraban que Wang Mang fue el precursor del socialismo en China y, sobretodo, un hombre muy adelantado a su época que “quiso hacer lo imposible”.
 

Poco después del despedazamiento de Wang Mang, en el otro extremo del mundo, en la provincia romana de Judea, Jesús, el hijo de María y la Paloma, daba una pedrada en la cabeza a un pescador y le imponía la penosa tarea de construir una iglesia: así surgió la secta más influyente del Planeta, cuyo Pontífice ahora vive en la colmena del Vaticano.